El Bando del 6 de enero de 1812|Bando 6 jasyteĩ 1812-pe guare

28-05-2011

Por Margarita Durán Estragó

 

El programa cultural de la Junta Superior Gubernativa constituye un hito del Bicentenario por su proyecto educativo manifestado mediante el Bando del 6 de enero de 1812. La Junta restauró y acrecentó los establecimientos de enseñanza, impartió instrucciones a los maestros de escuelas, creó la Sociedad Patriótica Literaria  y patrocinó la enseñanza pública en los albores de la Independencia.

 

Cabe señalar que en ese tiempo, la Junta se hallaba integrada por tres miembros: Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero y Fernando de la Mora. El doctor José Gaspar de Francia, molesto, había renunciado en forma irrevocable y sus compañeros de la Junta, aprovecharon su alejamiento para demostrar al país que no era Francia el único paraguayo inteligente, capaz de gobernar el país. También Bogarín había renunciado.

 

Recordemos que los preparativos bélicos para contener al ejército de Belgrano hicieron que el Real Colegio Seminario de San Carlos fuese ocupado, a fines de 1810 y las rentas de educación pasaron a engrosar los gastos militares. Los secesos de la Revolución de Mayo de 1811 postergaron la normalización de la instrucción pública, tarea que le cupo a la Junta Superior Gubernativa.

 

Fue pues durante la ausencia de Francia que la Junta dictó el plan de estudios y declaró la obligatoriedad de la educación pública. Al respecto, los próceres manifestaron en el citado Bando que la educación era “la base y el manantial de las virtudes morales. Todo pende (depende) en el hombre de la instrucción: poder, valor, heroísmo y cuanto puede elevarlo en esta vida sobre el común de los demás mortales. Todo está inspirado, fomentado y promovido por la buena educación; no son menester documentos para persuadir esta verdad; hechos y progresos la autorizan demasiado…Las escuelas son el taller en que se forman los grandes prelados y magistrados civiles y militares. La instrucción no solamente es adorno, más también prenda necesaria a los que siguen la gloriosa profesión de las armas. Los jefes políticos y militares más se sostienen con la autoridad y buen uso de los conocimientos científicos que con la fuerza y poder”.

 

Desde los tiempos de Hernandarias el Paraguay había apostado por la educación: “sin saber, no hay gobierno”, solía exclamar aquel gobernante criollo.

 

En una reunión de notables celebrada a invitación de la Junta, el 8 de enero de 1812, se estudió “el plan de instrucción y enseñanza pública”. Como resultado de las deliberaciones se fundó la Sociedad Patriótica Literaria, corporación a la que se encomendó la dirección de la instrucción pública. Integraban la misma: el Provisor y Vicario General de la diócesis, el Doctor Juan Baltasar de Casajús; por la Junta, el Doctor Luis Zavala y por el Cabildo, José Mariano Valdovinos, además de los catedráticos: el dominico fray Eduardo Torres, el franciscano Fernando Caballero y el joven Juan Andrés Gelly que estaba llegando de Buenos Aires.

 

Al día siguiente, la novel Sociedad Patriótica Literaria dictó un reglamento provisorio según el cual, los magistrados y funcionarios públicos debían velar por la conducta de los estudiantes, evitando que perdieran el tiempo “en fandangos (juergas), pulperías (bares), concurso de plebeyos, juntas de juego y casas sospechosas”. Se estableció que los actos (graduaciones) del Seminario debían celebrarse en la Catedral “sin adornos ni refrescos” y se ratificó la aplicación de la cédula Real de 1801 sobre censura de las conclusiones de los seminaristas (tesinas), pero esta vez, para evitar doctrinas contrarias a las leyes y derechos del Paraguay independiente.

 

Otra de las disposiciones tomadas por la junta de notables del 8 de enero, fue la reapertura del Colegio Seminario de San Carlos, cerrado desde la invasión de Belgrano al Paraguay. Se dispuso que se rigiera por sus anteriores estatutos, aunque sustituyendo la autoridad del gobernador por la de la Junta Gubernativa.

 

Fue así que se abrieron las cátedras de Latinidad para la enseñanza de Gramática Hispano-Latina y Retórica; las mismas fueron gratuitas, tanto para los alumnos, padres de familia y oyentes.

 

A partir del inicio de clases, la Junta exhortó a los padres, parientes, tutores y a todo aquel que tuviera jóvenes a su cargo, a que se aprovechasen los beneficios que el Seminario ofrecía, pues además de clases de latinidad, aprenderían “buenas costumbres y políticas para que (los estudiantes) sean útiles a la patria…”

 

El Bando fue publicado en Asunción y en todas las villas, poblaciones y partidos de la campaña y se recomendó a los jueces de paz que pusieran de su parte para que la invitación llegara a todos los rincones del país.

 

Otras instituciones abiertas por la Junta en función al Bando del 6 de enero, fueron la Academia Militar que funcionó en el Cuartel General, junto al Cabildo, bajo la dirección de un oficial veterano.

 

Para la Escuela de Primeras Letras fue reelegido José Gabriel Téllez, quien se desempeñaba como tal desde los tiempos de l gobernador Ribera. El Cabildo lo confirmó en el cargo luego de examinarlo en “lectura, caligrafía, las cuatro operaciones fundamentales, regla de tres y doctrina cristiana”.

 

También se creó una  Cátedra de Matemáticas y se dio inicio a una  Biblioteca Pública, para la cual se encargaron en Buenos Aires e Inglaterra, obras de Locke, Rousseau y otros.

 

En consonancia con la apuesta a la enseñanza pública y gratuita, la Junta Gubernativa aprobó las Instrucciones para Maestros de Escuelas, el 7 de febrero de 1812. Ellas instaban a los maestros a usar con los niños “dulzura, paciencia, bondad y ternura, como si fueran sus hijos” y a esforzarse más “en hacerse amar que cuidar de que ellos comprendan que los ama”. Señalan además que la mejor enseñanza que el maestro podía dar era su propia conducta:

 

“La experiencia enseña –dice en uno de sus artículos- que la educación civil se aprende únicamente en la infancia y niñez; y que el ejemplo entonces es la voz viva y eficaz: los niños imitan siempre lo que ven y hacen pocas veces lo que oyen”.

 

Aconseja a los maestros a estudiar el genio, inclinación, talento y pasiones de los niños para dirigirlos con prudencia y sujetarlos a los límites de la razón, reconociendo la desigual condición de los mismos”.

 

Refiriéndose a la disciplina educativa, las Instrucciones condenan el azote, las bofetadas, palmetas y otros golpes, salvo casos de extrema gravedad. Citando a Montaigne señalan en otra parte: “Yo desapruebo toda violencia en la educación de un alma tierna que se forma para la libertad y el honor”.

 

Uno de los colaboradores de la Junta en materia educativa fue el Doctor Luis Zavala, egresado de la Universidad de San Felipe de Santiago de Chile, quien trajo el horror hacia el sistema escolar basado en el grito y el látigo imperante el Chile, donde las escuelas “eran antros de terror, en cuyas duras bancas solían perder junto con el reposo y la alegría, el uso de la razón misma”. Zavala vino imbuido de las ideas desde Locke a Pestalozzi que estaban revolucionando la pedagogía, buscando sustituir el terror por la persuasión para la educación infantil.

 

Zavala encontró resistencia de parte de algunos miembros de la Sociedad Patriótica, recelosos de innovaciones audaces y quiso renunciar a ella. La Junta lo disuadió de su intento al señalar que “las almas de los juiciosos literatos no deben rendirse a los tiros de la contradicción, ni dejar de combatir con la palabra y la pluma los errores con que el fanatismo ha contaminado el estudio de las ciencias”.

 

La Sociedad Patriótica Literaria tuvo vida efímera y los planes de la Junta Superior Gubernativa no pudieron aplicarse tal como sus tres integrantes lo habían proyectado. La situación se agravó con el cierre del Seminario Conciliar, por orden de Francia en 1823 y la extinción de las comunidades religiosas, en 1824; con ellas desaparecieron las cátedras que se impartían en los conventos de la Merced, San Francisco y Santo Domingo en Asunción y las clases que se daban en el convento de Santa Bárbara de Villa Rica, único centro de nivel medio del interior del país, desde los tiempos de la colonia.

 

La labor cultural de la Junta Superior Gubernativa presidida por Fulgencio Yegros fue exaltada por algunos historiadores, entre ellos, Manuel Domínguez, que lo hace en estos términos: “A poco que se reflexione, se concluye que si el gobierno que desarrollaba tan grandioso programa en la aurora de nuestra independencia política, hubiera durado, el Paraguay de un salto se hubiera colocado por encima de sus hermanos…”.