Gobierno cubano donó importante retrato del héroe nacional|Cuba mburuvicha ombojevy Mariscal López ra’ãnga

08-07-2011

[lang_es-es]El Embajador de Cuba en nuestro país, señor Rolando Gómez, entregó oficialmente al Presidente de la República, Don Fernando Lugo, un valioso retrato ecuestre del Mariscal López. El acto marcó el retorno simbólico del héroe nacional a su querida patria.[/lang_es-es]

[lang_gu]Cuba Embajador, karai Rolando Gómez, omog̃uahẽ hetã rérape karai Paraguái mburuvicha guasu  Fernando Lugo-pe, Mariscal López ra’ãnga neporãmbajepéva. Péicha are rire ñane retã mburuvichakue ra’evete ojevy jey hetã ohayhuetévape.[/lang_gu]

 

 

Durante el acto, el Ministro de Cultura, Ticio Escobar, expresó que este “es un momento esperado y como todo momento, tiene su proceso, agrega como un plus de expectativa, un plus de valor a este acto que en si es valiosísimo: la donación del gobierno de Cuba de un patrimonio fundamental de la República del Paraguay, no solo por sus significaciones históricas, cívicas y políticas, sino también por sus valores artísticos. Es una gran obra de arte, que posiblemente haya sido realizada por el pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (…) Agradecemos al gobierno cubano este gesto, que contribuirá a un acrecentamiento notable del patrimonio artístico de nuestro país”, concluyó el Ministro Escobar.

Así mismo, el Sr. Rolando Gómez, Embajador de Cuba, manifestó que “estamos felices de poder sentir la satisfacción y la alegría del pueblo paraguayo con la llegada de esta obra, que como bien, tiene una indudable trascendencia. Este gesto del gobierno cubano responde única y exclusivamente a la profunda admiración, respeto y amistad que siente nuestro pueblo hacia el pueblo paraguayo”

Instante en que el Ministro, Ticio Escobar, el Canciller Jore Lara Castro, el presidente, Fernado Lugo y el Embajador de Cuba, Rolando Gómez, descubren el retrato del Mariscal López.

La pintura, de grandes dimensiones, 1,80 x 1,30 metros, se encontraba en la ciudad de La Habana, en el museo del Palacio de los Gobernadores  y era considerada, por error, como un retrato del General Juan Prim y Prats, Gobernador de Puerto Rico.

El azar quiso que la obra fuera vista por el Dr. Luis Antonio Barriocanal, quien quedó asombrado por el parecido del personaje con el Mcal. López. Al volver de la isla escribió un comentario en el Diario Última Hora, que motivó que el artista plástico nacional y Director del Museo del Barro, Osvaldo Salerno, quien además es investigador de la retratística de Solano López, iniciara un proceso de pesquisas y correspondencias con La Habana. El resultado fue que expertos cubanos y españoles dictaminaran, efectivamente, que la pintura correspondía a un retrato del Mariscal Francisco Solano López, realizado en el siglo XIX. Ante la certeza, el Museo del Barro inició trámites para que el cuadro viniera a nuestro país –en calidad de préstamo- para una exposición sobre los retratos del siglo XIX  en el Paraguay que será inaugurada próximamente.

En medio del mencionado proceso de reconocimiento, el Presidente Fernando Lugo durante una visita a Cuba, tuvo ocasión de ver la tela; su entusiasmo provocó gestiones del historiador cubano Eusebio Leal, que dieron como resultado un decreto del presidente Raúl Castro que determinó la donación de la obra al Estado Paraguayo.

La autoría del retrato ecuestre del conductor de la Guerra Grande, podría ser del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes y se habría realizado en Montevideo por encargo del Ministro Paraguayo Brizuela EN 1864.

Un poco de historia

La caída del Antiguo Régimen incluyó el fin del sistema de representación visual sujeto al poder de la Corona y la Iglesia -agudizado en este caso por la previa expulsión jesuítica.

En el Río de la Plata, el vacío inicial de imágenes y de artistas activos comenzó a cubrirse desde la segunda década revolucionaria, con la llegada de artistas extranjeros. En el Paraguay, la situación es singular. Si en los demás países americanos la independencia había abierto las puertas a la cultura visual burguesa -en que el retrato ocupa un lugar predominante-, en Asunción ocurre lo contrario: la política de aislamiento impulsada por Gaspar Rodríguez de Francia alcanzó el arte erudito, más aun con la austeridad del modelo de vida rural.

La política represiva hacia las familias patricias cerró el camino al establecimiento de una burguesía activa, dinámica, que funcionara como comitente de pinturas. Pero, fundamentalmente, Francia no desarrolló una política de propaganda mediante su retrato -que sirviese a la vez de emulación a sus seguidores- como a comienzos de los años treinta fue llevada a cabo por Juan Manuel de Rosas. Este uso de la imagen por parte del régimen federal para construir consenso, facilitado por la llegada de la litografía, implicó una modernización visual sostenida en el carácter político de la imagen, que, paradójicamente, generó la necesidad de su autonomía de las elites liberales, una vez finalizado el rosismo. La autarquía francista no necesitaba el arte erudito, tampoco proponer una alternativa al mismo.

En tiempos de don Carlos Antonio López, el Paraguay estaba regido aún por la austeridad del republicanismo agrarista, pero con el regreso de Francisco Solano de su estancia en las cortes europeas, acompañado de su mítica mujer, se acelera el proceso de aculturación, inevitable ya ante la inserción capitalista. Francisco Solano elabora un programa que incluye desde la arquitectura hasta la formación de artistas en Europa.

Desde fines de los años cincuenta, esta práctica deviene una decisión común adoptada por los diversos estados de la región; la manera sencilla de zanjar la ausencia de instituciones en territorios sin academias. Si los becarios argentinos y uruguayos se establecen en Florencia, los paraguayos parecen optar por una decisión de mayor modernidad al viajar a París, bajo la indudable decisión gubernamental.

Los retratos ecuestres corresponden a la nueva idea del gobierno nacional: son jefes de Estado y de ejército. Son imágenes poderosas: el retrato de Urquiza apuñalado cuando fue asesinado en el Palacio San José, sin distinción entre cuerpo real y cuerpo pintado, el del Mariscal, perdido en los avatares posteriores a la Guerra de la Triple Alianza. Los retratos del mariscal Francisco Solano López señalan ya una política de la imagen, que debe ser reproducida en diversos soportes. Así, la fotografía reproduce la pintura, a la que antes funcionó como modelo, y la prensa de propaganda difunde el grabado en las trincheras.

(Fuente: Museo del Barro)