El 29 de setiembre de 1932, año del comienzo de la Guerra del Chaco, culminó con la completa victoria de las armas paraguayas en una de las acciones más cruentas de esa contienda bélica: la batalla de Boquerón, que se había iniciado el 9 del mismo mes.
La toma del mítico fortín luego de veinte días de duros y tenaces combates sirvió no sólo para que el Paraguay empezara a pisar fuerte en nuestro Chaco, sino también para mostrar al mundo la irreductible decisión de preservar los límites históricos de nuestra heredad.
Con notable acierto, Estigarribia escribió en sus Memorias: “La toma de Boquerón retempló la fe de nuestros soldados y del Paraguay entero en la victoria; les llenó de confianza en su comando y en su gobierno, y dio al Ejército una sólida unidad” En efecto, después de la victoria se mostró de nuevo, con intensa luz en el firmamento de la patria, el consuetudinario valor y heroísmo del soldado paraguayo, y despertó en la ciudadanía la confianza en sus conductores. Por las duras jornadas que se vivieron para llegar a ella, la victoria de Boquerón se constituyó en símbolo de la inteligencia y de la portentosa capacidad de sacrificio de los hijos del Paraguay.
Las generaciones que se sucedieron desde entonces hasta hoy recordamos con legítimo y emocionado orgullo el sacrificio empeñado para la consecución victoriosa de esa gran batalla, una de las más rutilantes de las contiendas que ha librado la República del Paraguay, acaso tanto como la que libra diariamente para consolidar su soberanía y su marcha indetenible hacia el destino de grandeza que ha signado su heroica cuan gloriosa historia.
¡VIVA LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY!
¡GLORIA A LOS QUE LUCHARON Y MURIERON PARA SALVAR A LA PATRIA DE LA MUTILACIÓN Y LA DESHONRA!
Fernando Griffith
Ministro de Cultura
