La Guerra Civil de 1947|Ñorairõ paraguaigua apytépe 1947-pe

28-05-2011

Por Victor Jacinto Flecha

 

La guerra civil, también conocida como revolución de 1947, fue la más violenta de todas las que recuerdan la historia paraguaya, plena de guerras civiles, levantamientos y sonadas militares, y es la primera en el marco de enfrentamiento mundial, en el marco de la guerra fría, que tuvo intervención internacional, además fue decisiva para pergeñar el futuro del país. Al término de la misma se instauró un régimen de persecución no solo ya a los combatientes vencidos sino a todos que no fueran partidarios del gobierno. La consigna de “quien no está con nosotros está contra nosotros” se cumplió a cabalidad. La tercera parte de la población  se exilió y fue el inicio de la división de la sociedad  paraguaya, solo restablecida en su unidad, con el advenimiento de la democracia,  en 1989, por lo que se constituye en un hito del acontecer histórico nacional

 

La guerra Civil  se inició con un ataque de grupos de civiles, excombatientes de la guerra del Chaco, al cuartel de policía en Asunción, el 7 de marzo de 1947, seguido de una sublevación de la Región Militar de la ciudad de Concepción, al norte del territorio nacional, el 8 de marzo. Este enfrentamiento  fue entre un sector del ejército paraguayo, autotitulado institucionalista, y el gobierno dictatorial de Higinio Morínigo, que no sólo movilizó a las fuerzas  restantes de las FF.AA. sino a un verdadero ejército de civiles del partido colorado, todos con anterior experiencia guerrera durante la guerra del Chaco. El enfrentamiento duró 6 meses

 

La guerra civil no nació de generación espontánea sino que se estuvo incubando desde diez años antes, con la instalación militar en el poder civil en 1936, con la llamada “Revolución febrerista”,  que allanó la emergencia de contradicciones entre militares que conllevó a una etapa de “crisis política permanente”, pleno de intentos de golpes de estado, cuartelazos, de cambios en las cúpulas militares, una inestabilidad militar en que ninguno de los sectores emergentes después de la guerra del chaco pudo imponer definitivamente su hegemonía durante el proceso, inclusive con la dictadura del General Higinio Morínigo.

 

De hecho, después de la derrota del régimen de la “revolución febrerista” existieron dos tendencias dentro del ejército, uno de carácter institucionalista que buscaba un proceso de cambio con participación civil y otro con tendencia netamente militar y autoritaria. En el plano de los partidos políticos no se evidenció que algún  sector estuviera construyendo más que otro,  el consenso en la sociedad para aspirar a una toma del poder por medios civiles.

 

El General Higinio Morínigo se apoyó en esas circunstancias, en 1940,  para hacerse del poder e impuso una férrea dictadura.“Pueblo y ejército actuarán desde ahora bajo la dirección del mando único. Con la ayuda de Dios ejerceré inflexiblemente para orientar de una vez la Revolución Paraguaya”

Con este autoritario mensaje -30 de noviembre de 1940- estaba anunciando lo que sería su régimen. El eslogan de su gobierno “Orden, disciplina y Jerarquía” de alguna manera manifestaba el pensamiento subyacente la de intentar encuadrar cuarteleramente a la sociedad civil.

 

Esta dictadura impuso la pena de muerte por cuestiones política, prohibió asambleas, mítines, publicación y difusión de documentos, de artículos críticos hacia las “autoridades nacionales”. Asimismo decretó un receso sindical y la movilización militar de todo obrero que se declarase en huelga. Impuso la censura de previa de Prensa y montó una oficina de Propaganda, encargada de exaltar las virtudes de la “Revolución Nacionalista”.

 

La frágil y ambigua democracia

La derrota del nazi-fascismo y el triunfo de las Fuerzas Aliadas en la segunda guerra mundial, forzó a la dictadura de Morínigo a retirar al núcleo militar de extrema derecha de tendencia nazi-fascista, en 1946. El desplazamiento de este núcleo de poder armado derivó en una apertura política, el 9 de junio de 1946, con  la constitución de un gobierno de coalición entre febreristas, colorados y militares.

 

A pesar de las expectativas de un proceso institucional democrático,  “el amanecer de las libertades públicas” no desembocó en un entendimiento democrático de las fuerzas en pugna, sino al contrario avivó la llama faccional. El reclamo de una Asamblea Constituyente a fin de pergeñar un estado democrático se vio obstaculizado en su realización por fuerzas que más le interesaba el poder antes que el fortalecimiento democrático.

 

El sector guión rojo del Partido Colorado, desde posiciones claves en el gobierno, a través de los Ministerio de Hacienda y del Interior, conformó verdaderas milicias para-militares. Las actividades de estas milicias tenían como objetivo la creación de un clima político en la que se buscaba una salida de definición militar dictatorial.

 

Algunos sectores militares en vista de que las contradicciones políticas entre los dos partidos de gobierno pudieran arrastrar al propio estamento militar buscaron una salida pactada de que se retiren del gobierno ambos partidos y que éste quedara en manos militares con el compromiso de unas elecciones generales próximas, con la participación de todos los partidos políticos, con el objetivo de elaborar una nueva Constitución y posteriormente las elecciones generales para la elección presidencial.

 

El 12 de enero de 1947 se definió finalmente, en una reunión comandos militares y representantes de los dos partidos en el gobierno en la que se decide por esta salida. El jefe de Estado, el Gral. Higinio Morínigo, viendo que esta salida pudiera alejarlo del poder en las nuevas elecciones, dio, conjuntamente con el Partido Colorado, un autogolpe, en la madrugada del 13 de enero del mismo año. De esa forma se clausuró el proceso de democratización. Nuevamente las persecuciones políticas y sociales se reiniciaron. Ahora ya apoyada por los elementos parapoliciales del guión rojo.

 

La apertura liberalizadora llegaba así a su ocaso sin que las organizaciones sociales y políticas hayan podido construir dentro de la sociedad civil un modelo de alternativo a la dictadura militar de la que emergió. Quedó claro para todos los sectores que la única definición posible era la de un enfrentamiento armado capaz de imponer por la fuerza una hegemonía.

 

La Guerra Civil de 1947. El desempate. Sus consecuencias políticas y sociales.

El 7 de marzo de 1947, con el atraco a la policía por parte de jóvenes febreristas se dio inicio a la sublevación. El 8 de marzo se rebeló la comandancia de la III región militar en la ciudad de Concepción, poco después se le sumaron todas las unidades del Chaco. “…Nuestro fin es salvar la dignidad y el honor de las FF.AA., manchado el 12 de enero…” “Este movimiento no responde  a fines partidarios estrechos sino por normalizar el país (…) y terminar de una vez con el régimen de persecuciones, de ilegalidad y el trastorno constante en las FF.AA. (Comunicado de las Fuerzas Rebeldes)

 

El programa que proponía este movimiento del sector “institucionalista” del ejército era “libertad e acción de los partidos políticos; elecciones libres, medidas urgentes contra el alza del costo de vida…” y otros pronunciamientos de contenido democrático e institucional. A ese sector del ejército le acompañaron todas las organizaciones políticas excluidas del poder: Concertación Febrerista, Liberal y Comunista.

 

Los alzados se acantonaron en la norteña ciudad de Concepción, enclavada en una zona rica en ganado y con excelente potencial comercial. Los sublevados no intentaron atacar Asunción, en un primer momento, aún cuando era el espacio neurálgico del poder. El 3 de abril, casi un mes después del levantamiento, los revolucionarios constituyeron una Junta de Gobierno Militar, compuesta por tres miembros, declararon nula la administración pública del Gobierno de Morínigo en la zona de influencia de la Junta de Gobierno,  puso plazo a su poder hasta que pueda realizarse elecciones libres, con la participación de todos los partidos políticos existentes en la República. Asimismo la Junta  nombró un gabinete y declaró capital provisional la ciudad de Concepción.

 

La Declaración de principios reconoce la Carta de las Naciones Unidas, el Acta de Chapultepec, así como los demás Tratados Internacionales del Paraguay. Se refiere que asegurará “la libertad dentro del orden democrático para todas las organizaciones políticas y seguridad de todos los derechos inherentes a las personalidad humana”. Esta Declaración fue enviada, desde Ponta Porá (Brasil) al Secretario de Estado de los E.E.UU., buscando “el reconocimiento del estado de beligerancia y dar el trato establecido en el derecho internacional”.

 

El movimiento revolucionario, dio inicio a sus operaciones militares, recién en abril,  ocupando zonas del Departamento de Concepción y San Pedro. En tanto el gobierno del Gral Morínigo, ante la sublevación de casi el 80 % de las fuerzas armadas, comenzó a solicitar ayuda de armas a los EE.UU y al Brasil para armar a sus contingentes de voluntarios civiles, aparentemente le fueron negadas. En la documentación norteamericana sobre este conflicto armado paraguayo se nota la simpatía, a pesar de ser una dictadura, al gobierno de Morínigo. Este muy hábilmente explotó el reconocimiento que hacía los revolucionarios al partido comunista, como un partido con los mismos derechos que los otros. La propaganda del gobierno acusaba que la sublevación era comunista. Los sublevados buscaban que sea reconocido el estado de beligerancia como para permitir la intervención extranjera en búsqueda de una solución pacífica. Estados latinoamericanos ofrecieron su servicio de mediación no siendo aceptados por el gobierno de Morínigo que exigía la total rendición de los sublevados antes de negociar.

 

El partido colorado, que compartía y apoyaba al gobierno, hizo un llamamiento de sus correligionarios a alistarse a la defensa del poder constituido. Miles de voluntarios, la mayoría excombatientes de la guerra del chaco se alistaron en el ejército, que con armamentos conforman una fuerza formidable.

 

En mayo de 1947, Brasil ofrece sus buenos oficios de mediación. El embajador Negrao de Lima viaja inclusive, vía Ponta Porá a entrevistarse con los rebeldes. El Uruguay apoya esta mediación del Brasil. El gobierno de Juan Perón en la Argentina se sentía más cercano del gobierno de Morínigo. La propaganda de Morínigo de que la sublevación era comunista, en el marco de la guerra fría, restaba apoyo a los sublevados, aún cuando los cables e informes de la embajada de los EE.UU. a su gobierno, no podía asegurar lo mismo. (Documentos publicados por Alcibíades González del Valle en su libro el Drama del 47)

 

Mientras los sublevados no decidían atacar el núcleo del poder, el gobierno, por su parte, enviaba poderosas fuerzas hacia la zona de Concepción. Estas fuerzas, después de varias batallas y encontronazos, llegaron a rodear a los rebeldes. A fines de julio, cuando se vieron casi rodeados se deciden y se embarcan en todas las embarcaciones posibles, con todos sus armamentos y caballares hacia Asunción, por el río Paraguay. Se pensaba atacar a Asunción, que había enviado contingentes muy importantes en el norte y se pensaba que estaría más desguarecida. En abril fue descubierto un complot de la marina, una aliada de los rebeldes, que en tres días de lucha en las calles de Asunción, fue derrotado, lo que restaba una fuerza local a los rebeldes. Ante la noticia de la llegada de los revolucionarios el gobierno ordenó a sus tropas en el norte a regresar a la capital, a pesar de estar separados como unos 450 kilómetros. El gobierno, asimismo, recibió ayuda en armas del gobierno del general Perón para armar a los civiles colorados. Es así que los rebeldes llegaron a ingresar en Asunción y fueron derrotados el 15 de agosto por contingentes, fundamentalmente, de voluntarios colorados, autodenominados “pynandi” (descalzos).

 

El desenlace de la Guerra Civil marcó el momento de la definición y el rompimiento del “empate catastrófico” iniciado diez años atrás y el inicio de una nueva etapa dentro de la organización del Estado autoritario militar.  Esta derrota supondrá la imposición del terror como relación estado-sociedad civil, con casi la tercera parte de la población fuera exiliada y a su vez explicaría la larga dictadura militar del general Alfredo Stroessner.