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Museo “Campamento Cerro León” Pirayu

28-10-2022
Información

DIRECTOR: Alcides Cabrera

TELEFONO: 0519-20285

DIRECCIÓN: Ruta II – Km. 57 de la ciudad de Pirayu  (Pirayu- Dpto. de Paraguari, cerca de la cordillera de Altos, ramal de la ruta 1 Mcal. Francisco Solano López, 50 Km. De la ciudad de Asunción.)

HORARIO DE ATENCIÓN: martes a  sábados de 09:30Hs. a 16:00 Hs.

En los primeros meses del año 1864, la situación de los países del Río de la Plata se presentaba agitada, la región era poco menos que un hervidero y como, al decir de Clausewitz, la guerra es la extensión de la política por otros medios, la beligerancia era inminente.

El Paraguay tenía que prepararse para el conflicto que ya se avizoraba, pues, a diferencia de sus vecinos, a quienes las nutridas contiendas civiles aportaron ritmo de combate, las últimas experiencias armadas de militares paraguayos se remontaban a más de medio siglo, con las batallas de Paraguarí y Tacuary.

En esa coyuntura comenzó el funcionamiento del Campamento Cerro León. Sobre él han escrito poco los historiadores y estudiosos, salvo comentarios accesorios y superficiales, de los que se puede extraer alguna información útil para ir ensamblando la imagen de este reducto de nuestra historia.

Está ubicado en un paraje distante a 3 km. de la ciudad de Pirayú (62 Km. de Asunción). En época de Francisco Solano López, el tendido ferroviario llegaba hasta la ciudad de Paraguarí. El desenlace de la guerra dejó inconclusa la construcción del ramal que debía llegar hasta el campamento.

Los numerosos reclutas que recibieron adiestramiento militar en Cerro León. No obstante, podemos leer lo que escribía, en la segunda década del siglo pasado, el historiador inglés Pelham Hortom Box: “López, en efecto, replicó en febrero de 1864 con una orden de conscripción general en el Paraguay. En marzo estableció un campamento en Cerro León, distrito de Pirayú, donde eran instruidos 30.000 hombres comprendidos entre diez y seis y cincuenta años de edad…” (i)

Mucho antes, el Canciller paraguayo José Berges escribía en fecha 6 de junio de 1864 a Félix Egusquiza, encargado de negocios en Buenos Aires, que “por fin, todo el país se va militarizando y crea usted, que nos pondremos en estado de hacer oír la voz del gobierno paraguayo en los sucesos que se desenvuelven en el Río de la Plata, y tal vez lleguemos a quitar el velo a la política sombría y encapotado del Brasil.”

También, en una correspondencia remitida a Lord Russel en fecha 6 de septiembre del año 1864, el Ministro Británico en Buenos Aires Edward Thornton, afirma que “durante los últimos seis meses el Presidente ha ordenado que todo adulto que no haya servido previamente en el Ejército, sea sometido a la disciplina militar, y se ha formado un campamento donde están reunidos unos veinte y seis mil de estos nuevos reclutas. Muchos de los hombres no tienen más de catorce años de edad, y hablando en general, son extremadamente ignorantes, tanto en instrucción militar como en toda otra clase de instrucción

Además de la falta de adiestramiento, a nuestra tropa se le suma la escasez de armamentos adecuados, en calidad y cantidad. Era imprudente ir a una contienda en esas condiciones, aunque precisamente, la guerra no es un acto de prudencia.

Sin embargo, en nuestro país reinaba optimismo y hasta exultación. El Ministro José Berges escribía a Cándido Bareiro en fecha 15 de marzo de 1865 lo siguiente: “las tropas se hallan bien disciplinadas, llenas de entusiasmo y en el mejor pie de guerra. Diariamente llegan a los campamentos numerosos contingentes de reclutas que vienen a reforzar las líneas del ejército…”

Arturo Bray, en su trabajo sobre López, sostenía que a pesar de la falta de experiencia y preparación “…lo que prestaba fuerza moral de primerísimo orden a nuestro ejército y a nuestra armada era su cohesión moral, su férrea disciplina, su unidad absoluta de mando y la fe indeclinable que tenían en la santidad de la causa nacional.” (ii)

Decía Alberdi que el ejército paraguayo es numeroso relativamente al pueblo, porque no se distingue del pueblo. Todo ciudadano es soldado.

También podemos encontrar referencias sobre el Campamento Cerro León, en la edición de “El Semanario” del 9 de abril de 1864 donde se informaba que: “El campamento Cerro León es el tercero de instrucciones de nuestras tropas. En él se encuentran acampando actualmente miles de reclutas, jóvenes llenos de vida para empuñar el fusil y hacer respetar, si fuere necesario, los derechos sagrados de la patria.” (iii)

Después estalló la guerra y nuestro ejército se fue quedando sin hombres.

López volvió a Cerro León luego de la derrota de Itá Ybaté, ocurrida a finales de diciembre de 1868. Se escapó, con un puñado de hombres por el lugar conocido como Potrero Mármol, sin que los aliados le dieran persecución.

Ahí, en Cerro León, nuestro ejército fue reorganizado. A los restos de la tropa se sumaron ciudadanos de distintos lugares de la República, llegando a constituir una fuerza de 13.000 hombres, que incluían a heridos, ancianos y niños. El material de guerra era casi inexistente. Sin embargo, en Ybycuí seguían fundiéndose cañones con el bronce extraído de las campanas de las iglesias. Uno de ellos es conocido, por esa circunstancia, como “cañón cristiano”.

Poco después, se instaló el campamento en Azcurra, distante a pocos kilómetros de Cerro León. Esa posición, donde estratégicamente se puede observar todo el valle de Pirayú, ofrecía más ventajas defensivas. El General Francisco Isidoro Resquín, protagonista de dichos aprestamientos, relata cuanto sigue: “…el mariscal López marchó con el grueso del ejército a ocupar el paso de la cordillera de Azcurra, dejando en Cerro León una guarnición de seiscientos hombres, al mando del coronel Sosa. En la cordillera se extendió una línea a la derecha hasta el paso de Atyrá, y en su altura, frente al paso del arroyo Pirayú, colocó una vanguardia de caballería, mandada por el general Caballero.” (iv)

Ya decidida la suerte del conflicto, y en plena cacería de López, el 25 de mayo de 1869 una columna de la caballería brasileña, al mando del Coronel Manuel Cipriano Morais, ataca la avanzada paraguaya destinada a la guarnición del Campamento Cerro León. Entre los numerosos prisioneros capturados se hallaba el sargento Cirilo Antonio Rivarola, quien, en menos de tres meses formaría parte del gobierno provisional instalado por los aliados en Asunción. (v)

Considerando que Asunción fue ocupada ya el 1 de enero de 1869, es fácil concluir que el saqueo y la destrucción de nuestra capital atrajeron la atención de los aliados, quizás por eso se esperó más de cinco meses para continuar con las acciones militares.

Muchos testimonios han recogido actos de vandalismo y despojo cometidos por los aliados, perpetrados principalmente por soldados brasileños. Además, el diario argentino “La República” asegura que, en abril de 1869, los muebles del Palacio de López se hallaban en la Casa de Gobierno argentina. Y, de hecho, allí lo vio el Conde d’Eu cuando fue recibido por el Presidente Sarmiento a comienzos de abril de 1869. (vi)

La conducta del ejército de ocupación poco aporta a la justificación, ensayada en el Tratado Secreto de la Triple Alianza, donde se sostiene que la guerra no es contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno.

De aquel campamento, colmado de fervor en vísperas de la guerra grande, quedan solo dos edificaciones, testigos de la historia. El resto fue destruido por los brasileños al ocupar esa plaza, dicen que buscando tesoros. Lo que es comprensible, pues, militarmente no tenía sentido esa agresión.

Nuestro folclore se encargó de inmortalizar el nombre del Campamento Cerro León en una composición anónima, creada en tiempos de la guerra grande, que legó al rango de símbolo nacional, inclusive. La versión, reproducida más abajo, fue hallada en el archivo de don Manuel Mosqueira, en la ciudad de Carapeguá. Refiere episodios de la campaña de Uruguayana, donde se produjo la rendición del Mayor José de la Cruz Estigarribia (mayor Lacú).

Oscar Bogado Rolón, osbogado@hotmail.com

Ypacaraí, 19 de julio de 2009

REFERENCIAS:

i) Pelhan Horton Box; Origenes de la Guerra de la Triple Alianza; El Lector; año 1996; p. 188;

ii) Arturo Bray, Solano López, soldado de la gloria y el infortunio; pp. 154/7;

iii) Juan Max Boettner; Música y Músicos del Paraguay; Edición de Autores Asociados del Paraguay; p. 105;

iv) Francisco Isidoro Resquín, La guerra del Paraguay contra la Triple Alianza; año 1875, pp. 109/110;

v) Jorge Rubiani, La Guerra de la Triple Alianza; Tomo II, Editorial Azeta S.A., P. 774;

vi) Francisco Doratioto; Maldita Guerra, Una nueva historia de la Guerra del Paraguay; Traducción de Juan Ferguson; Emecé Editores S.A.; Buenos Aires, Argentina; 2ª Edición año 2006; p. 369.